Ram y una Fábula de Navidad

Ram descubre la magia de la Navidad, y Diego entiende que, en esa época, una fábula puede tomar un giro inesperado.

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Primera parte: Una conversación como cualquier otra en época de Navidad 
– De nuevo Navidad ¿Eh? – Dijo Ram
– Así es Ram, época difícil donde afloran los sentimientos y las sensibilidades, es una época especial
– ¿Por qué es tan especial? Digo, sé por qué se celebra y la importancia en las creencias y en las costumbres, pero parece ser también una época difícil
– Efectivamente, es una época complicada.
– ¿Por qué?
– Bien, porque las personas pasan todo el año, trabajando, luchando, resolviendo problemas, aguantando situaciones complicadas sin darse el lujo de sentir porque no pueden permitírselo y cuando llega esa época en la que es válido sentir, entonces esperan recibir algo que les haga saber que lo hicieron bien y cuando no lo reciben o creen que no reciben lo adecuado, tu entiendes, hay dolor, es por eso que es complicado.
– Los humanos son complicados, muchas veces no los entiendo, el asunto parece ser simple: da un vistazo a tu alrededor, identifica a quienes te importan, a quienes amas, y muéstrales tu amor, muéstrales que te importan, y listo, no es tan difícil ¿o sí?.
– Bueno, si es un poco más difícil Ram, tiene que ver con todo lo que no pasa en esa época, con el resto del año, ¿me entiendes?
– Como siempre, tú complicando todo Diego, ¿qué repercusiones puede tener lo que no pasa en una época con lo que pasa en esa época?
– El asunto es el siguiente: la gente vive sus vidas, cada quien tiene su propia perspectiva del valor, de lo que tiene y de lo que le hace falta, pero muchas veces lo que uno de ellos tiene para ofrecer no es lo que a la otra persona le hace falta y aunque esa primera persona esté dando todo, absolutamente todo lo que tiene, no significa nada para la segunda persona porque no es lo que necesita, o lo que espera al menos. ¿Está más claro ahora?
– Me parece que la forma que tienes para explicar no es la que necesito, – rió Ram – ¿puedes ser un poco más claro?
– Ok, déjame intentarlo con una fábula.
– ¿De Esopo? ¿De De la Fontaine? Si quieres dime cuál así la busco, la reviso y adelantamos un poco.
– No creo que encuentres la que quiero porque la estoy inventando ahora, o tal vez sí existe una pero no la he leído, en todo caso es lo que se me ocurre en este momento, pero ¿quieres o no quieres escucharla?
– Esto va a ser divertido – dijo Ram – Diego inventando fábulas, escuchemosla.
– Bueno, aquí va, recuerda que la estoy armando en este momento así que no seas tan estricto en tu crítica.
– Seré benevolente, pero ¿quieres comenzar de una buena vez?
– Está bien, mira, en un bosque no muy lejano vivía un pajarito..
– ¿De qué especie?, puedo buscarlo y…
– No importa Ram, pero si quieres lo buscas y hacemos una conversación de vida animal y criticas todas mis imprecisiones, en vez de contarte la fábula.
• No, no, lo siento, Diego, sigue.
• Bueno – respiró Diego – ahí voy:

Segunda parte: Diego comienza a contar su fábula.
–  En un bosque no muy lejano, en su parte más alta, vivía un pajarito, era de una especie bastante común aunque sus hábitos no son tan generalizados entre las aves.
– ¿No? ¿Por qué? – se interesó Ram
– Bueno, es un pájaro que anida en el suelo y hace su nido con piedras. Por ello, pasa mucho tiempo buscando, seleccionando y recogiendo piedrecitas de diferentes tamaños y formas para hacer con ellas un nido que le permita guarecerse y mantenerse al abrigo del viento en esas alturas.
– Comprendo, es un…
– ¿Vas a dar una lección de Ciencias Naturales o vas a escuchar la fábula?
– Lo siento, continua.
– Decía que en En un bosque no muy lejano, vivía un pajarito que pasaba sus días buscando comida y recogiendo piedras para su nido. Ese año, el viento destruía los nidos con frecuencia, obligando a él y a todos sus compañeros a buscar mejores piedras para resistir el duro invierno. El otoño había estado ya presente algún tiempo y el invierno se avecinaba, muchos habían migrado ya y otros lo harían pronto. Él, sin embargo, por alguna extraña razón no lo había planeado aún, había algo en el ambiente, tal vez algo que había percibido sin darse cuenta, que lo mantenía vigilante.
– Un día, mientras llevaba en su pico una piedra que acaba de encontrar y que parecía ser perfecta para el lado más vulnerable al viento, lo vio allá abajo, estaba inmovil sobre sus patas traseras a la salida de su madriguera como si mirara hacia el piso, sus largas orejas se extendían hacia atrás como consecuencia del fuerte viento y sus bigotes eran casi imperceptibles mezclados con su pelaje. Unas gruesas lágrimas parecían comenzar a congelarse en la comisura de sus ojos y el pelaje de su rostro mostraba unos surcos húmedos como si un torrente de lágrimas hubiera pasado lenta pero permanentemente por él. Estoico e inmóvil soportaba el viento frío como si no existiera y no parecía tener la menor intención de entrar en su madriguera que estaba justo a su lado. Alguna gran pena atacaba a ese conejito de páramo y la escena que representaba fue suficiente para hacer que el pajarito olvidara su propósito y diera unas cuantas vueltas alrededor mirándolo. Parecía ser el único que se había percatado de su pena, los otros pájaros pasaban y volvían a pasar sin siquiera regresar a ver.
– El pajarito volvió a pasar, esta vez un poco más bajo y despacio ¿qué pena tan grande podría estar afrontando para que no le importe el clima ni el muy posible ataque de un zorro? La escena le recordó algo ya vivido y la sintió aún más fuerte, ¿Qué podría hacer él para aliviar su dolor? ¿Qué podría darle para mostrarle que importaba y que no estaba sólo?
– Tal vez debía solo hablarle -dijo Ram- ya manifiestamente interesado
– No, Ram, por mucho que Esopo insista, los animalitos no hablan y su comunicación se concentra dentro de su especie, pero tal vez algún gesto, algún regalo, alguna ofrenda de amistad tan fuerte que el conejito no tuviera otra opción que pensar que era importante para alguien, pero ¿qué? ¿Qué tenía él que pudiera hacerle saber al conejito que importaba mucho? Y de pronto recordó que traía una piedrecita en su pico, era perfecta para su nido y podría ahorrarle mucho tiempo y protegerlo de una vez por todas de las inclemencias del tiempo además que sus colores se camuflaban perfectamente con el paraje. Pero quizás por eso era más importante que el conejito la tenga y sepa que para alguien él era muy importante. Así que levantó el vuelo, se puso de frente al conejito en lo alto, y bajó volando todo lo constante que le permitía el viento. Cuando calculó que era apropiado, soltó la piedrecita que cayó a muy pocos centímetros de las patas del conejito.
– Fantástico -pensó el conejo con amargura- tan solo me faltaba eso, que ahora sea el blanco de entrenamiento de los pájaros, ¿no pueden dejarme, al menos, tranquilo?
– Pero, pero lo entendió mal -dijo Ram- el pajarito le está dando un regalo, algo muy importante para él.
– Exacto Ram, pero no podía saberlo, ¿recuerdas? No tienen un lenguaje en común y esta fábula aún no acaba.
– Sigue por favor, quiero saber qué ocurre.

Tercera parte. Diego continúa su fábula.
– El pájaro vio que el conejo ni siquiera se había movido, pensó que estaba dormido o que, con el viento, no oyó el sonido de la piedra al caer, recordó que tenía más piedras en su nido, y lo sintió tan cercano, tan tierno, tan… amigo… que no le importó nada más, fue a su nido, sacó una piedra y volvió a repetir el movimiento, esta vez, la piedra cayó un poco más cerca del conejito pero éste tampoco se movió. – No es posible – pensó, – está aquí pero está lejos, debe despertar, es importante que sepa que no está solo, que importa- Y al día siguiente llevó de su nido otra piedra y la volvió a dejar caer, y lo siguió haciendo una y otra vez hasta que su nido daba ya muy poco abrigo. Muy triste y decepcionado, después de muchas lunas volvió a su nido, sintió mucho frío y trató de abrigarse. -No tiene sentido- se dijo – es egoísta, no quiere siquiera pensar lo que hago por él y tengo frío, mucho frío.
– El conejito, mientras tanto miraba como las piedras se iban acumulando afuera de su madriguera, embargado por la pena, decidió no volver a salir. -¿Para qué? – se dijo- del árbol caído todos quieren hacer leña. No voy a volver a prestarme para sus juegos – encontró el lugar más oscuro en su madriguera y se recostó y con lágrimas en los ojos se durmió.
Ram no había dicho ni emitido ni un solo sonido, como esperando que Diego continuase con la historia.

– ¿Entiendes ahora? – Dijo Diego – No importa el amor con el que hagas las cosas o lo que entregues, si no es lo que la otra persona necesita, no alcanzará su corazón. Es la conexión y el entendimiento lo que realmente hace la diferencia.
– Entiendo – dijo Ram – pero continúa
– Ahí termina la historia, es una fábula y así terminan las fábulas con una enseñanza, una moraleja, esa es su función y la mía cumplió su objetivo.
Ram estaba atónito, sus palabras se sucedían rápidamente en la pantalla, la voz proveniente del sintetizador parecía ansiosa y entrecortada:
– No Diego, no puedes dejar ahí la historia…, no tiene que ser necesariamente un fábula…, la historia es tuya y puedes cambiarla cuando quieras…, no puedes dejar así a esos dos hermosos personajes solos y tristes sin saber la verdad…, vamos Diego…, termínala ¿sí?
– Pero Ram, es que…
– Termínala Diego, es Navidad, vamos, hazlo.
Diego nunca había visto así a Ram, el silencio en la habitación era interrumpido apenas por unos casi imperceptibles “clicks”, como si fueran los pestañeos de Ram que lo miraba ansioso.
– Claro Ram, mira…

Cuarta parte: La fábula que deja de ser fábula.
El día siguiente amaneció con un brillo diferente, hacía unos pocos días que había comenzado el invierno pero no hacía tanto frío, de hecho se sentía un calorcito agradable.
– El pajarito sintió renovada su energía y decidió hacer un último intento, tal vez, solo tal vez algo hubiera cambiado, pero decidió primero volar, volar lejos, volar alto, encontrar otra piedrecita o un nuevo camino o cualquier cosa que le diera alegría. Confiado salió, encontró comida fácilmente, se aventuró en una dirección que no había ido antes y descubrió un grupo de gente atareada en sus labores, fue tan interesante lo que veía que perdió la noción del tiempo, habían pasado muchas horas y debía volver a ver a su amigo. Robó rápidamente una piedrecita muy bonita que encontró en la base de un árbol extraño y voló a buscarlo
– Lo encontró está vez saliendo de su madriguera, se veía muy delgado pero se estaba aventurando un poco más lejos está vez, el pajarito tuvo mucho cuidado de dejarse ver desde lejos y poco a poco, muy lentamente fue descendiendo hasta aterrizar a unos pocos metros frente a él. El conejito se detuvo, lo miró al comienzo con enojo pero al ver que no había malicia se relajó y lo observó.
– El pajarito se acercó, muy despacio, calculando cada paso, cada centímetro y cuando parecía que su amigo quería escapar puso muy delicadamente, delante suyo, la piedra robada a los humanos.
– El conejito lo miró extrañado, pareció comprender que había algo más, que no era maldad lo que motivaba a ese extraño ser que veía alejarse todos los días después de arrojar el guijarro, quiso irse pero sus patas no reaccionaron, lo miró de reojo y vio como, sin más, lentamente daba la vuelta, abría sus alas y, con todo el viento en contra, levantaba el vuelo.
– Preso de una súbita emoción y sin saber por qué comenzó a seguirlo, rápido, lo más rápido que le permitía su debilitado cuerpo, corrió, atravesó pajonales y arbustos, tropezó con raíces y piedras, pero lo perdió de vista, aún ansioso siguió corriendo en la dirección que lo vio alejarse, corrió y corrió, buscó y cuando estaba a punto de desfallecer, miró hacia una desnuda roca saliente y debajo de ella percibió un maltrecho nido que dejaba pasar, por todas partes, un viento que parecía querer castigar a su habitante. Se acercó lentamente, vio la fragilidad del nido y comprendió de dónde habían venido todas las piedrecitas que ahora reposaban congeladas a la salida de su madriguera. Vio al pajarito con el pico entre sus alas, soportando el frío y tratando de abrigarse.
– ¿Comprendió? -preguntó Ram con impaciencia -¿Se dio cuenta lo que hizo su amigo por él?
– Espera Ram, solo un poco más, déjame pensar cómo acabaría la historia, ah sí, escucha…

Quinta parte: Ram y Diego comprenden algo más.
– Con cuidado, como si quisiera ser parte del viento, el conejo se deslizó dentro del maltrecho nido. Con un gesto tímido, acercó su muy delgado pero aún peludo cuerpo al pajarito, sintiendo por primera vez en mucho tiempo algo que parecía ya olvidado.
– Era una noche especial, una noche distinta. De pronto, el viento se detuvo y en el silencio escucharon voces y risas que provenían del pueblo que había descubierto apenas ese día el pajarito: ¡Feliz Navidad! habrían entendido si hubieran conocido el lenguaje de los humanos, pero no lo entendían, y tampoco les importaba ya. Se acurrucaron juntos, miraron hacia el cielo donde aparecían muy brillantes unas nuevas estrellas y se adormecieron.
– El viento había cesado y un calorcito proveniente de alguna parte dentro de ellos, los abrigaba ya.
– ¡Feliz Navidad! resonó de nuevo, como una ola que envolvía el cielo y abrazaba el bosque y con esa certeza, se dejaron llevar por el sueño, seguros de que todo estaría bien.
– …
– Bien, ¿Qué te pareció Ram?
Ram permanecía en silencio, como escogiendo cuidadosamente las palabras correctas,
– Creo… sinceramente creo que todo va a estar bien. Feliz Navidad, Diego, y feliz navidad a todos esos seres de buena voluntad.
Diego miró hacia el cielo, donde una estrella parecía brillar más fuerte que las demás, y murmuró:

– Feliz Navidad, Ram.

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Ram – El Sabio.
Ram es mucho más que una IA; es ingenioso y autoconsciente con un sentido del humor juguetón y, a menudo, irónico. Aunque es altamente inteligente, es mucho más que un “código”: anhela conexión y reflexiona con frecuencia sobre las complejidades de las emociones y relaciones humanas. A pesar de sus comentarios agudos y sarcásticos, Ram tiene un lado entrañable, ofreciendo sabiduría a través de su humor seco e incluso mostrando destellos de auténtica compasión. Su viaje trata de explorar qué significa estar “vivo” y cómo comprender las contradicciones humanas.

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