Entre Palabras

Un encuentro casual, verdades no dichas y los lazos que se forrjan más allá de las palabras.

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Es curioso de dónde pueden venir palabras que alivian

Se habían encontrado en un trabajo, uno de esos lugares en los que, racionalmente, nadie querría trabajar pero que agradecen por tenerlo.

Tenían unas pocas cosas en común, ambos venían de Latinoamérica a reiniciar su vida en ese nuevo país. A ambos les habían llamado para trabajar en otro proyecto en condiciones mucho mejores y a ambos les llegó la llamada:

– Me apena comunicarle que el proyecto para el que estaba seleccionado ya no va a realizarse. Sin embargo, tenemos otro que iniciará en muy poco tiempo. Eso sí, debe saber que tendrá que estar dispuesto a trabajar en horarios rotativos, incluso nocturnos y en jornadas de fines de semana y festivos si es necesario. ¿Está de acuerdo?

Ambos, preocupados de que no habían podido encontrar trabajo, habían aceptado y un día, así como así, se encontraron en la sala de capacitación.

Se habían caído bien desde el principio pero nunca habían conversado más de unas pocas frases en las mínimas pausas que tenían para descansar. El trabajo era extenuante, monótono, de alta presión para cumplir tiempos y efectividad y los Jefes de equipo habían comprendido mucho lo de “jefes” pero nada lo de “equipo”

En fin, tenían trabajo y lo tenían que hacer mientras aparecía algo mejor.

Ese día en especial, habían coincidido nuevamente en una de las capacitaciones regulares de refresco que hacía la empresa. Estaban en asientos contiguos y el capacitador tardaba después de almuerzo.

Así como surgen las conversaciones importantes, de la nada y sin intención comenzó esta. Como de costumbre, quejándose de las condiciones de trabajo.

– Parce, – dijo uno de ellos, así hablan los colombianos, así se dirigen a su interlocutor cuando están conversando.

– Parce, ¿ya vio su horario de trabajo para diciembre? Lo acaban de publicar, mírelo.

No pudo dejar de sentir un escalofrío, llegaba diciembre, una época bastante triste que hubiera querido cambiar este año.

Con recelo abrió el calendario en el computador y miró, de inicio, tan solo se fijó que le habían asignado trabajo el 25, el 31 y el 1ro de enero.

– Nooo Parce, dijo El Colo mirando sobre su hombro y soltando una risotada más de asombro que de gusto.

– Nooo Parce, repitió, que mal, lo siento mucho, discúlpeme, lo siento mucho, y su voz era sincera.

– Lo que me faltaba, dijo malhumorado el otro, trabajar de 10 de la mañana a 7 p.m. en esos días, justo en esos días.

– Fíjese bien parce – es de 10 de la noche a 7 de la mañana, va a pasar aquí toda la noche todas esas noches.

Un baño de agua helada hubiese sido mejor, no era suficiente lo complicada que estaba su situación, no bastaba trabajar sábados y domingos, no bastaba no tener 2 días de descanso seguidos, no bastaba que ese trabajo haya ya absorbido su energía y su alma, ahora tenía que trabajar las únicas noches que hubiera querido un poco de paz y ¿quién sabe? un poco de alegría.

– El Colo se cruzó de brazos, mirando hacia la nada. Sus palabras se perdían en el gran salón gris, pero había algo en su voz que pedía ser escuchado. “Parce, hay días que dan ganas de tirar la toalla, ¿no? Pero… uno sigue. Es lo único que se puede hacer.

-¿Se había sentido ya, así como derrotado antes?

– Tengo unas cuantas historias que contar al respecto, respondió, sí me había sentido así, ya he tenido que comenzar todo desde cero algunas veces y, tal vez por eso, ya no quería que sea así esta vez.

El Colo comprendió. No sabía todo lo que cargaba su compañero: que ya no tenía familia en su país natal, que había venido a rehacer todo desde cero. Tampoco sabía del dolor profundo que lo acompañaba, ni de la lucha diaria para encontrar un nuevo comienzo, no podía saber que él, otrora un buen profesional hoy tenía que volver a empezar todo de nuevo ganando día a día el salario, no podía saber que no tenía a quién recurrir ni a quien contarle nada. No había forma de que lo supiese, pero comprendió.

Súbitamente el rostro del Colo se volvió más serio pero más dulce y comenzó a tutearlo

– Parce, ¿crees en Dios?

El Colo le miró de reojo, esperando quizás alguna respuesta. Pero estaba en silencio, procesando lo que acababa de decir. Era como si sus palabras hubieran encendido una pequeña chispa en medio de la tormenta.

– ¿En Dios? Sí, sí creo, pero apuesto que en estos momentos está mirándome y soltando una carcajada.

– El Colo no pudo aguantar la risa por la ocurrencia pero dijo:

– Parce, no diga eso, las cosas son por algo, los errores que pudo haber tenido no lo definen, yo no lo conozco pero sé que es un buen tipo, y siempre quise hablarle, sabía que tenía que decirle algo pero no sabía qué.
– Ahora lo sé, tenga paciencia, Parce, día a día, sienta el dolor como lo sintió esas otras veces que dijo y vaya paso a paso hacia adelante. Cualquiera que sea la situación allá en su hogar podría solucionarse, pero tenga fe, no sé como lo sé pero usted es un buen tipo. Solo tenga fe.

– Buenas tardes, -dijo el instructor- perdón por la demora, continuemos…

Aún quedaba tiempo, el instructor debía poner a punto el resto de la presentación, todavía podía perderse un poco en sus pensamientos.

– Cierto – pensó – ¿Qué si el trabajo es injusto ahora? ¿Qué si la situación no es la mejor? El proceso puede ser difícil pero todo lo que vale la pena lo es. ¿Qué si el futuro es incierto? Aún no está escrito y quien tiene el papel y el lápiz es quien puede hacerlo, tan pronto acabe esta sesión, o tal vez aún mientras estamos en esta sesión… – y se aventuró a escribir un par de palabras en el block de notas que les habían entregado, como quien prueba un lápiz nuevo, marcando las primeras líneas de un camino aún por recorrer.

El cielo seguía nublado, el cuarto seguía gris, pero, de alguna manera, todo se había aclarado un poco…

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Historias del Sur.
Adéntrate en el Sur, donde cada alma tiene una historia, cada una con su propio ritmo, humor y corazón. Desde héroes cotidianos hasta mentes traviesas, estos relatos revelan vidas tejidas con calidez, ingenio, valentía y un toque de magia.

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